sábado, 29 de diciembre de 2012

D

     Siento como si cada filamento nervioso de mi cuerpo recibiera descargas eléctricas. No logro permanecer acostada porque me hormiguean la piernas. No logro permanecer sentada porque siento un hormigueo en la zona lumbar. Quiero gritar, arañar, arrancar la parte de mi cuerpo que me produce esto. Recuerdo las caminatas de madrugada hasta la clínica, con la esperanza de que el dolor dissminuyera por el camino... Opto por levantarme e ir a darme una ducha. La medicación demora a hacer efecto, a veces...
     Hoy no le tuve piedad a mi cuerpo, lo usé como corresponde: complaciendo a las personas que amo y acompañándolas. ¿El dolor es el precio? Bienvenido. Hoy no ganó mi cuerpo, gane yo.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Único pedido

      El cielo plomizo comienza a tragarse todo rayo de luz que va restando del día. Las hojas de los árboles permanecen en una antinatural inmovilidad. El aire parece espesarse y mi cuerpo se enlentece junto con la naturaleza. Dicen que es por la tormenta, que son malas para lo huesos. Pero yo no puedo afirmarlo. Porque no me sucede todas las veces. Algunas personas sugieren que se debe a la presión atmosférica pero para comprobarlo tengo que conseguir un barómetro. ¿Dónde? Ni idea...
      Luego de tres días llueve y mi columna alivia su abrazo de tenaza de fuego momentáneamente. Son días de poca actividad en mi trabajo y las horas del día se van cerrando en torno a mi cuerpo. Las comidas diarias giran en torno a la medicación que tengo que tomar y el sueño está supeditado en forma total y absoluta al dolor. Todo mi mundo se centra en mi cama, y de ella al baño y a la cocina. Retorno a la cama. Baño, cocina, cama.
      Vuelvo a ser rehén de mi cuerpo y a desear un escape. Mis pensamientos se van oscureciendo como el cielo tormentoso. Y el deseo se centra en un único pedido: alivio.

domingo, 2 de diciembre de 2012

En estos días...

En estos días retomamos la amistad. ÉL está ahí, presente, todos los días, pero solo por algún momento del día y de modo que sea fácil hacerlo retirarse con un analgésico sin mayor sufrimiento. Eso basta porque ya no tengo que permanecer tanto de pie en mi trabajo. Así que se vuelve difícil contestar a las personas que quieren saber cómo estás de tu columna... He probado todas las variantes porque todas son verdaderas: muy bien, gracias por preguntar; hoy no muy bien pero trabajando; hoy no muy bien pero es por la tormenta. Eso, si me ven renguear, si no, ando bárbara. Punto final. Y deje de hacer de cuenta que le interesa. El cuerpo me permitió incluso el placer olvidado de una cervecita con mis amigas el día de mi cumple.
Oh, placer olvidado... Coloco los labios sobre el pico y espero el frescor amargoso inundarme la garganta. El alcohol no se siente, se siente el frescor bienvenido en esta noche de pesado calor. Es un placer con culpa porque la medicación ha disminuido pero no totalmente y sé que mi hígado puede resentirse mañana. Pero es el tipo de riesgo asumible porque lo que gana lo compensa y me refiero a la sensación de compañerismo que se crea cuando compartes en una rueda de amigas el pico de la botella.