domingo, 23 de noviembre de 2014

Allá voy... otra vez

    No pensé que volvería a pasar por esto, que mi circuito de bloqueos lumbares había terminado.  Y aquí estoy otra vez preparándome para ver al especialista de columna y someterme al que será... ¿el noveno?, bloqueo porque ya perdí la cuenta. 
    Me siento rehén de la necesidad de alivio de mi cuerpo. 

domingo, 2 de noviembre de 2014

En la madrugada

    En la madrugada y con dolor el mundo se ve agrio y correoso. El cansancio se instala adentro junto con la acción de los medicamentos.  No restan pensamientos Buenos que quieras llevarte contigo ni expectativas de un nuevo día. 
    El peor dolor en el mundo es el que te encuentra sólo en la madrugada. 

domingo, 26 de octubre de 2014

Dolor en la madrugada

    Una vez cada tanto, el dolor llega en la madrugada.
    Hoy no me deja dormir. Impide cualquier intento de buscar una posición más cómoda en la cama,  y cuando permanezco un minuto inmóvil esperando que se manifieste el sueño,  comienza.
    Pero no siempre es con dolor.  A veces, como hoy,  empieza con un cosquilleo que inicia en la zona del coxis y va extendiéndose a las piernas hasta convertirse en algo parecido a una corriente eléctrica que recorre las extremidades inferiores.  Cuando esto ocurre,  el primer reflejo es cambiar de posición.  Agotado,  sentarse y flexionar las piernas contra el cuerpo.  Agotado este recurso, caminar,  lo que alivia muchísimo y te proporciona la ilusión temporal de alivio.  Y  recién entonce,s cuando caminas, comienza a asomar el dolor que encubría la anterior molestia.
    Como ven, es un proceso largo que yo he acortado con la experiencia. Camino solamente a buscar agua para medicarme cuando no hay otra alternativa. Lo normal es estar medicada para dormir con un analgésico, un relajante muscular y un inductor del sueño (que yo he estado sustituyendo por melatonina,  mucho más natural).  Pero si esto no garantiza una buena noche de sueño,  hay que tomar otras medidas.
    El último recurso antes de vestirme para ir a Emergencia,  es el tramadol  clorhidrato líquido, un opioide conocido como analgésico al que recurro en último caso debido a los desagradables efectos secundarios (como náuseas,  sequedad en la boca, estreñimiento,  sudoración, pérdida  del apetito, entre otros no mencionados como efectos secundarios por doctores o en el prospecto que acompaña el medicamento). Algunos son acumulativos,  o sea, que se manifiestan con el uso frecuente, otros dependen del paciente.  A mí,  por ejemplo,  me causa sueños espantosos por lo vívidos. Y, como efecto acumulativo he notado que me vuelvo más sensible a los olores del ambiente y los perfumes me causan náuseas impresionantes y las contracciones involuntarias cuando estoy en reposo.
    Amigos y compañeros de trabajo me han hecho una pregunta a lo largo de los años que siempre respondo del mismo modo. Como el tramadol es un derivado de la morfina,  quieren saber si no me he vuelto adicta. La respuesta es un rotundo no. Siempre que puedo, prescindo de él o lo sustituyo por otro analgésico más leve sin ningún problema. Pero la respuesta que más me gusta es la que me dio mi doctor de cabecera hace pocas semanas: "si estás con dolor,  no crea adicción". Me quedó clarísimo,  doctor,  gracias.

jueves, 23 de octubre de 2014

El infierno de cada mañana

   Para mí,  el infierno de cada mañana es el momento de levantarme para ir a trabajar. Contrario a muchos, mi día más es aquel en que me despierto sin dolor, logró darme vuelta en la cama sin sentir mi tronco rígido y poder caminar hasta el baño sin que parezca que me apuñalan en la zona de las caderas. Aún si el dolor comienza a manifestarse cuando estoy en clase, ya estoy en un salón rodeada de personitas ruidosas y llenas de vida. Y poder acompañarlas es un privilegio, aun con dolor.
    Hoy no fue uno de esos días...

miércoles, 22 de octubre de 2014

El cinturón de ladrillo

   Es el nombre con el que bauticé esta sensación nueva que se está volviendo frecuente: una sensación de pesadez en torno a la cintura,  como si cargará con un gran peso extra, de ahí la imagen de un cinturón de ladrillo.  Los días en que me siento así son pasados en cama.  Se me hace difícil caminar, sentarme, vestirme y calzarme.  Las veces en que lo he intentado, termino cansada, respirando con dificultad y con dolor creciente. Cuando me acuesto,  el cambio es inmediato: la presión que sentía sobre las lumbares desaparece y el alivio sustituye el dolor.

martes, 21 de octubre de 2014

Día sí, día no

    Un día caluroso y soleado de primavera,  las personas caminan por la calle con sus prendas más escotadas creyéndose en verano. Yo no me levanto de la cama en todo el día.  El dolor me ha hecho su prisionera. Aviso a mi trabajo que no concurriré.
    Día siguiente: llueve torrencialmente,  tormenta eléctrica,  viento. Alerta naranja,  las personas no salen de sus casas si no es necesario.  Yo, con poco dolor, me levanto,  llamo taxi y voy a trabajar.
    El liceo está vacío y silencioso.  Mis alumnos no concurrieron.  Pero yo me siento feliz por haber podido levantarme.  Los pocos compañeros que aún están  en el local me miran extrañados y sé qué piensan. Solo uno se atreve a hacerme las preguntas que los demás callan. ¿Qué haces aquí con este día? Le explico lo obvio, fui a trabajar.  ¿Pero... y la humedad? ¿No te hace mal la humedad? Nueva explicación.  Las personas asocian humedad con lluvia. Húmedo fue el día anterior en que había mucha tormenta.
    En fin... trabajé ese día y los restantes de la semana,  sin mayores problemas,  pero este no es un diálogo nuevo.  Dos por tres debo explicar a las personas que conviven conmigo que mi cuerpo funciona de otro modo ahora y que yo estoy supeditada a él.  Callan como si comprendieran pero volverán a preguntar. No es fácil,  hasta yo me rebelo de vez en cuando: quiero ir a trabajar y mi cuerpo no quiere,  quiero quedarme en cama a dormir un poco más y mi cuerpo no me deja...
    No logramos entender lo que no podemos experimentar.  Suerte la de ustedes...

domingo, 19 de octubre de 2014

El poder de una balanza personal

    Ayer me compré una balanza personal.  Desde que la que tenía se rompió no había vuelto a controlar mi peso. Gran error: la balanza acusa 80 kilos.  Nunca había pesado 80 kilos.  ¿Cómo pudo suceder sin que me diera cuenta? 
    Antes... de todo esto,  yo era una persona activa. Iba a todos lados en bicicleta y caminaba mucho. Hasta encontré un gimnasio que me gustaba y fui asidua casi dos años.  Pero delgada nunca fui. Me gustaba comer y cocinar.  Mi peso promedio era de 64 kilos aunque una nutricionista que vi una vez me dijo que estaba con sobrepeso y nunca más la visité.  
Durante el peor período de mi estadía en cama llegué a pesar 56 kilos y me asusté. Eran 15 kilos menos que mi peso normal,  pero al salir de la cama y aliviarme con los bloqueos lumbares, pude dejar el tramadol que me provocaba las náuseas que me impedían comer. 
    De esos 56 kilos a los actuales 80 hay un largo trecho. Cambié de especialistas, hice terapia psicológica, agregué varios medicamentos y volví a la cama. Como el aumento de peso debido a la inactividad me empezaba a preocupar, comencé a cuidarme pero sin sospechar que era tanto. Dejar de comer, como me sugirió mi doctor, no puedo porque me invade la gastritis que desarrollé debido al exceso de medicamentos.  Créanme,  ya lo intenté.
    Ahora el desafío se triplica. El sobrepeso exige más esfuerzo de la zona lumbar y me provoca más dolor, así que adelgazar no es más un problema estético sino de urgencia inmediata. ¿Cuál de los nueve medicamentos que tomo puede haber contribuido? Y esto es una ironía que me hace reír: si tomó nueve, es probable que los nueve.
    En fin... porque tampoco quiero hablar toda la mañana sobre esto, mis planes son redoblar el cuidado con la comida y evitar el consumo de azúcares y gaseosas, o sea, nada muy diferente a lo que venía haciendo. Y volver a pensar en la compra de un caminador ya que salir a caminar por las calles de mi ciudad está descartado. 

sábado, 18 de octubre de 2014

Fue ayer

    Se acercó a saludarme como si me hubiera visto el día anterior.  Me reconoció como paciente y preguntó por mi salud.  El desconcierto me invadió junto a una secreta molestia que provenía de un viejo resentimiento por este doctor. Hace casi cinco años,  cuando aun estaba buscando un profesional que diagnosticara mi artrosis,  este hombre me envió a Melo con un pase que recomendaba un análisis psicológico de mi caso por sospecha de depresión.  Aun me recuerdo sentada en una silla de ruedas esperando el vehículo que haría el traslado,  muerta de dolor, y la angustia que sentía porque el doctor que me había tratado hasta entonces me creía una loca fantasiosa. Ahora esa misma persona estaba frente a mí,  como si nada hubiera pasado mientras yo recordaba las veces que me había imaginado resfregándole los estudios que mostraban mi patología de columna y diciéndole que se había equivocado conmigo. ¡Usted se equivocó,  doctor, se e-qui-vo-có! 
    Pero cinco años después,  contesto las preguntas con calma mientras me pregunto quién le ha hablado de mí (su novia, mi doctor de referencia,  una amiga que es su paciente) porque no me hago ilusiones de que me recuerde después de tanto tiempo. Me recrimino la vacilación en mi voz cuando me pregunta qué especialista me está tratando (ninguno en este momento) y me dice: "¿tiraste la toalla?" Con una carga de ironía que tal vez no esté ahí pero que yo imagino bien presente. 
    La charla concluye con una invitación a que participe en un grupo de meditación que está formando porque puede que me haga bien. Es probable, doctor, es probable.  Pero no con usted. La confianza sólo puede perderse una vez.

viernes, 17 de octubre de 2014

Terminando la semana

    Hoy fue uno de esos días en que el sufrimiento se filtró a través de las horas con cuentagotas. Esa molestia persistente agota la energía y altera el humor.  Finalizar el día fue un alivio de no más tener que contestar que estoy bien cuando no me siento así. Pero debo reconocer que no fue una de mis peores semanas: logré lo que me propuse, trabajarla sin tener que solicitar otra licencia médica. 

Retomo este diario...

    Retomo este diario luego de meses de inactividad e inseguridad en cuanto a su propósito y, aunque la idea no es original, mantengo el objetivo de compartir vivencias con personas que vivan una experiencia semejante, dar a conocer lo que significa vivir con esta patología y servir como proceso curativo a su autora.
    Es la madrugada de este viernes, me desperté con dolor y no pude volver a dormir. Debo comer algo, medicarme e intentar dormir una hora más.  Me propuse terminar esta semana sin tener que tomar otra licencia médica y quiero cumplirlo.