miércoles, 14 de agosto de 2013

Llevo conmigo...

      Llevo conmigo mi propia prisión de carne y huesos, la llevo
quietecita y acunada en brazos, como un niño pequeño y frágil, demasiado frágil para cuidarse solo. Llevo conmigo la fuerza vital que lo acuna y la conciencia permanente de la soledad de mi encierro involuntario. Nadie tiene que saber cuánto de esa fuerza es necesaria para hacerme salir de la cama en las mañana o regresar a ella por las noches en mi tortuoso caminar. Nadie tiene porqué saberlo. Es mío, lente con la que veo el mundo, sabiduría en gotas de sangre que voy cobrando día a día. Y hay mucho de soberbia en esa postura autosuficiente de ser esclava en mi propio mundo. Lo sé. Lo vivo.   


jueves, 25 de julio de 2013

Hay veces...

     
      Hay veces en que debo agradecer llegar al fin de semana sin uno de estos en el brazo...

miércoles, 8 de mayo de 2013

Lo que los médicos no te cuentan...

   Hoy fue muy difícil comer. Las náuseas no desaparecieron ni cuando tomé la domperidona (fármaco utilizado para evitar vómitos y náuseas de origen diversa) y me obligué a ingerir la comida. Este es uno de los efectos secundarios que los médicos no te cuentan que puedes manifestar cuando te hacen un bloqueo lumbar. Como no es el primero, ya sabía lo que me esperaba y estaba preparada pero lo aprendí del peor modo posible: sufriéndolo. Otro efecto posible, y que tampoco te cuentan, es la inmunosupresión (lo que se llama vulgarmente "bajas defensas!") y la anemia. He oído relatos que asustan de mis compañeras en la sala de espera al block quirúrgico donde te hacen los bloqueos pero como no los he vivido, no los repito. Los tres que menciono son los que he padecido yo. Por eso, ya no le pregunto al traumatólogo cuántos días de reposo debo guardar luego del procedimiento porque me dirá que puedo trabajar y hacer vida normal luego de 48 horas. La realidad es que no te conviene salir de la cama antes de tres días y ni pensar en trabajar antes de una semana. ¿Cómo lo sé? Del mismo modo: sufriéndolo. Lo que sucede es muy sencillo: no sabes qué es exactamente lo que te inyectan. Las sustancias químicas que componen el coctel no constan ni en el informe que hace el especialista del procedimiento. Se sabe apenas que es una mezcla de antiinflamatorios, analgésicos y cortisona. Este es mi sexto bloqueo lumbar y me llevó 48 horas aliviar el dolor de la infiltración. Cuatro días después, recién logro salir de la cama y no permanezco mucho rato de pie... ¿Ir a trabajar? Solo en mis sueños. He salido a ver a mi médico de cabecera y a comprar comida cuando me lleva algún amigo en su vehículo. La frustración me corroe. Quiero caminar, quiero aire libre, ir de compras a las tiendas, ver gente, en fin... vida normal. Pero he vuelto dolorida de mis salidas cortas y sé a qué me arriesgo si quiero hacer algún paseo con más tiempo disponible: a pescarme algún virus que esté pasando a dos cuadras... Por supuesto, eso depende de cada organismo, dicen... Tal vez el mío sea muy sensible, o como se dice en mi familia, yo sea demasiado "jodida".

lunes, 29 de abril de 2013

Conversaciones 3 (18 de setiembre de 2012)

  • Ella: ¡Querida Vivi! Hoy retomé face, hace pila no entraba! Te cuento que he tenido mejorías parciales con la reflexología. Voy 2 veces por semana pero hay días que preferiría no levantarme. Solo lo hago por los niños.
    ¿¿¿¿¿Y tú cómo estás?????
     
  • Yo:  Me alegra saber de ti. Todo es lento, H... qué bueno que al menos tus hijos te incitan a levantarte... Yo estuve dos semanas con licencia médica, trabajé dos, la última de arrastro y movida a voluntad (tramadol mediante)... Quería estar presente en las reuniones y en la entrega de calificaciones aunque hubo un día en que me pregunté qué hacía allí parada al frente de una clase y aguantando tanto dolor... Creo que mi último bloqueo ya venció. Duró un año, mucho pedir... ahora tengo que aguantar hasta noviembre cuando veo especialista de columna de nuevo. Pero reconozco que aprender a conocer y respetar nuestro cuerpo y nuestros límites es fundamental. Me exigí tanto que he estado en cama desde el sábado... Hoy me levanté para ir a tomar un examen. Lo de la cama... te cuento... trabajo en dos turnos, mañana y noche... cuando llego a mediodía o a la una otros días, almuerzo algo rápido, me medico y me tiro sobre la cama. Me levanto para ir a dar clase de noche. Es una de las limitaciones de mi nuevo cuerpo... No es algo que pueda explicarle a una persona... "normal"... saludable, digamos.Conseguí una señora que me ayude una vez a la semana y mi casa es pequeñita, pero descubrí que me resulta muy difícil (y doloroso) agacharme para lavar los pisos y limpiar el baño, que se me amontona la vajilla sucia porque me duele estar de pie para lavarla... y soy yo sola, ¿entiendes? Mi cuerpo ya no es el mismo, el tuyo tampoco. Tendrás que ir redescubriéndolo, tus nuevos límites... cambiando cosas de tu vida, eligiendo hasta donde puedes permitirte dolor sin pagar las consecuencias después... Cambiando los tiempos... volviendo a descubrirte... si tienes una buena razón para levantarte... pues, creo que eso no es malo. Tendrás el doble de razones para recuperarte más rápido, siempre respetando tu cuerpo... ¿Qué te estoy diciendo? Ya me contarás... Escribe cuando quieras y puedas. Un abrazo grande
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      • Conversaciones 2 (29 de agosto del 2012)

      • Ella:  HOY FUI NEUROCIRUJANO. ME MANDO A HACER REFLEXOLOGÍA Y ACUPUNTURA. JA, JA, UN CHISTE!! DICE QUE SOY MUY JOVEN PARA OPERAR Y QUE SI NO AGUANTO MÁS ME HACE UN BLOQUEO PERO QUE BUSQUE OTRAS ALTERNATIVAS ANTES PORQUE EL BLOQUEO TIENE MUCHA CORTIZONA Y NO SOLO ACORTA EL LARGO DE LA VIDA SINO QUE TIENE EFECTOS SECUNDARIOS PARA EL CORAZÓN.
         
      • Yo:  Me imagino que sentirás unas impotencia tremenda... Parece que le tomaran el pelo al paciente, pero esperaba que estuvieran haciendo las cosas diferentes por ahí... Tú prueba con todo lo que te parezca que te puede aliviar, algunos tratamientos funcionan y otros no, depende del organismo y de tu lesión en particular pero no le temas a los bloqueos. Para mí han sido una experiencia muy fea, pero el efecto del último duró un año, así que no dudaré de hacerme otro así que pueda. Los efectos secundarios de las sustancias que te inyectan son los mismos que puedes tener a largo plazo con antiinflamatorios y analgésicos que ingieres vía oral y van deteriorando el sistema gastrointestinal, hígado y riñones. Lo tengo bien claro. Pero ¿y el sufrimiento del paciente no cuenta? ¿Y la calidad de vida dónde queda? Esos momentos en que no quieres ni que te hablen ni que te toquen, en que dejas de ser tú misma para ser un bichito tirado en una cama y rehén continuo de tu cuerpo...
        Bueno... tú cuéntame después cuál será tu próximo paso. Queda un largo recorrido... Fuerza.
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        • Conversaciones 1 (21 de agosto de 2012)

          Yo:  Tu hermana me contó lo de tu hernia de disco y también que tienes consulta con neurocirujano. Ojalá todo se resuelva de la mejor forma posible, H. Estás en el mejor lugar para lograr el tratamiento adecuado. Acá operan los traumatólogos lo que no es lo adecuado porque es una cirugía de mucho riesgo. Espero que todo corra lo mejor posible para ti y que estés aliviada. Lo único que te puedo decir es que lleva su tiempo y de nada sirve desesperarse, aunque haya días en que lo hagas igual. Yo sé que aunque estoy mejor no estoy curada y que esta es la peor época para los problemas de columna. Los días húmedos son los peores, y yo trabajo de pie, algo que no tolero cuando estoy en un empuje. Creo que fue la mejor decisión porque estaba trabajando muy medicada y el estómago no me aguantaba más. Además, mi cuerpo ya no es el mismo y me canso mucho, a pesar de guardar reposo siempre que puedo. En fin, un tiempo para cada cosa, ahora es el tiempo para cuidarse. Ya vendrán otros. Te dejo un abrazo y el agradecimiento por el apoyo. Aquí me tienes si necesitas desahogarte y charlar. Llevo algún tiempo en esto y me resta un buen tiempo más.
           
        • Ella: Corazón, si bien he desesperado y llorado sé que no gano nada, tal vez a ti te pasó de no poder ponerte ni la bombacha sola o no poder inclinarte en la palangana para lavarte los dientes. Ahí fue cuando noté la incapacidad que tenía y que tengo 2 peques que me necesitan y que tengo que salir adelante por ellos. El jueves me ve el traumatólogo y el 29 el neurocirujano espero poder dejar la morfina que es lo que hasta ahora me viene sosteniendo ya que sigo dando clases en casa (tuve que suspender por un mes) y sigo con las empresas por internet haciendo lo que puedo, solo que trasladarme es un martirio.
           
        •  Yo: Me pasó de no poder bañarme porque no podía mantenerme de pie y pasar tres días sin hacerlo porque no tenía quien lo hiciera por mí, ducharme sentada en un banco, de lavarme los dientes sentada en el váter, no comer por no poder cocinarme... cocinar sentada... y de lo que me costó liberarme de los efectos secundarios de la morfina a la que tengo terror... pero que tendré que tomar hoy, por ejemplo, para poder dormir... Creo que una neurocirugía es la mejor solución. No lo dudaría si fuera mi caso. Aquí lo que hacen es esperar a que el cuerpo cure a sí mismo lo que puede llevar años en los que estás incapacitada y te vuelve adicta a medicamentos fuertísimos que van afectando hígado, estómago, intestinos, sistema nervioso y riñones. Cuéntame qué te van diciendo los especialista y te deseo la mejor suerte posible. Como lo dije antes, estás en el mejor lugar para recibir el tratamiento adecuado. La buena noticia es que pasa, en algún momento mejora, así que mucha paciencia, fe y a no aflojarle a los médicos que no son ellos los que están sufriendo en tu cuerpo. Bs
           
        • Ella:¡Ay, qué triste pero qué alegría saber que comparto lo mismo con alguien!! Yo también me baño sentada, no aguanto todo el baño parada y cocino sentada!!!Toda una experta ya en hacer milanesas de berenjenas, etc.!!! la diferencia es que yo tengo 2 nenes y no entienden que no hay de comer o que la túnica no está lista para ir a la escuela o que mamá no está para hacer los deberes o cosas así.
          La más afectada es la perra Sasha que a veces no come porque no tengo quien suba a la azotea pero bue, me las voy arreglando!!!
          Te mando un beso enorme!!!
          • Caminando en círculos

               Después de un fin de semana entrando y saliendo de emergencia y probando la habilidad de las enfermeras en lidiar con las venas finas de mis brazos, fui a ver a mi doctor con una pequeña sonrisa. Después de dos días con dolor, mareos y vómitos, hoy pude comer y la medicación no me cayó mal. A veces mi situación se vuelve un círculo que me estruja y estruja hasta hacerme reventar: los analgésicos fuertes quitan el dolor pero desencadenan otros problemas, como la gastritis medicamentosa, extrema sensibilidad del hígado, diarrea o estreñimiento, dolor abdominal, náuseas ante olores fuertes y al comer... Y reencontrar el equilibrio cuesta un poco. Sin comer no puedo tomar mis medicamentos, sin mis medicamentos no puedo estar sin dolor: he ahí el círculo inevitable. Y sumémosle que no poder comer, para una gordita, es una gran tragedia. Falta algo... Falta la compensación oral por el dolor. Y ustedes no tienen idea de lo importante que eso... Me he acostumbrado a vivir con dolor en mis lumbares pero cualquier otra patología que se manifiesta es inaceptable. Me pongo fastidiosa, molesta hipersensible y todo duele el doble. Entonces en un instante de cordura tomé la decisión que me venía angustiando la última semana: no volver a mi trabajo hasta hacerme un buen tratamiento para el dolor con el especialista de columna y respetar los dictámenes de mi cuerpo. No por autocomplacencia, sino por respeto. Tal vez eso sea lo más importante que he aprendido en este tiempo: respetar a mi cuerpo. Hay un momento para luchar y otro para quedarse quieto. Me ha llegado el segundo. Ya regresaré a la lucha cuando corresponda.   

            lunes, 22 de abril de 2013

            Preguntándome

            Preguntándome si este ser torturado aún soy yo, si queda algo de mí en cada fragmento de carne dolorida, si queda algo de mí cuando paso a ser más cuerpo que mente, más cuerpo que el yo que anima esta frágil estructura orgánica de carne y huesos. ¿Es que alguna vez somos algo más en nuestra existencia humana? No hay filosofías que valgan al moribundo. No puede elegir dejar de respirar. Es más cuerpo que voluntad. Y así me siento. Pesa este cuerpo, pesa. Pesa arrastrarlo a cada paso, pesa al querer levantarme, pesa al sentarme y al respirar, pesa. Pesa mi humanidad urgente. Y pesa más no poder hacer que pese mi voluntad. Pesa más ceder el dominio del mundo que me ilusiona poder comandar. Lamentar como refugio humano, y ceder como acto posible, no queda más. Y las palabras, que siempre me salvan.  

            lunes, 8 de abril de 2013

            Sobre las plegarias

                Mis oraciones se han reducido a una: agradezco cada día que me permiten trabajar y llegar al final del día sin dolor. Con
            frecuencia no van juntas pero no me molesto.  En otros agradezco por mis piernas, por poder caminar. En otros, por poder darme vuelta en la cama. En otros por poder salir a recorrer tiendas con incomodidad mínima en lugar del dolor desgarrador que baja por mi pierna izquierda. En otras, por poder acostarme. Un día por vez está bien. Ya vendrán otros en que tendré que cambiar la plegaria.

            lunes, 1 de abril de 2013

            Entre el dolor y la culpa

            He ido manejando el incremento del dolor en estos últimos tres días. Con medicación, con reposo, y observándome. No levanté peso, no tomé frío, hay tormenta, estoy viva. Las razones por las que algunos tipos de tormenta afectan mi columna y otras no es aún un misterio para mí. Lo único que puedo asegurar que me produce dolor es el frío. Lo demás... depende. Duele por esa maceta con plantas  que cambié de lugar, porque hice un movimiento indebido con la moto, porque estuve mucho de pie, porque estuve mucho en la cama, porque hay tormenta, porque estoy con la menstruación... duele, PORQUE ESTOY VIVA. Hoy no levanté el teléfono para avisar que no iba a trabajar, me llamaron, pero luego vino el conocido sentimiento de culpa. El dolor y la culpa en relación al trabajo se entrelazan como dos amantes rencorosos. Cuando sucede me convierto en un mecanismo más del sistema que no funciona, un organismo biológico fallado. Soy un eslabón débil en la cadena, no me sustituyen pero les gustaría hacerlo porque no cumplo con mi función. De nada me sirve recordar que soy una persona y no la pieza de una máquina social. ¿Para quién? El ser controlador y perfeccionista que llevo dentro se siente victorioso. Si hoy mis huesos se han petrificado, HOY, reina él. 

            sábado, 30 de marzo de 2013

            Cuando al maestro lo llevas dentro

                  Este es mi primer ejercicio de voluntad en un día que comenzó sin dolor y siguió así hasta la tarde. Ahora tengo los ojos empequeñecidos por el sueño y los analgésicos y el cansancio. Porque tenía tantos planes para este sábado... Cosas sencillas: salir en la moto a comprar comida, verdura y frutas en Yaguarón, sacar el Pulgui, mi perrito, a pasear, ver a mi ahijada... Y lo hice, claro que lo hice, con toda la felicidad que pude reunir hasta que salí con poco abrigo a tomar mate a la plaza... Supongo que fue eso. El frío es malo para los huesos y para los problemas reumáticos.
                  Llegué a casa, atendí a mis hijos caninos y me tiré sobre una cama. Cuando noté que no me podía levantar, estiré la mano hacia la mesita que siempre está al lado, vaso de agua y analgésicos.
                  Siempre se comienza por el más leve. Si en veinte minutos no hay cambio, sigues con el siguiente y el siguiente. Si con el último y dos horas después aún no puedes levantarte, debes llamar la emergencia móvil. Y ni se te ocurra tomar un comprimido más. No te corresponde, se tienen que encargar otros de ti, los especialistas médicos. Cuando ese momento llega siempre es el momento de mayor calma. Ellos se harán cargo. Si algo sale mal y me muero, no fue por no haber tomado las medidas pertinentes. Ahora estoy en sus manos.

                 Hay algo que debes saber sobre el dolor crónico: si lo conviertes en tu mejor amigo y no en tu enemigo, puede ser el mejor maestro puesto que lo llevas dentro.

            Sobre la percepción de la felicidad

                Cada vez que me presento a alguna reunión sintiéndome feliz y ocurrente me preguntan si tengo novio nuevo. Mi entusiasmo se desinfla inmediatamente. Es que no saben ustedes lo fácil que resulta ser feliz cuando estás sin dolor. Es comprensible la confusión que puedes crear en los demás pero no menos ofensiva: estás enamorado, pero de tu cuerpo y de la vida y de la capacidad de moverte libremente y de caminar sin renguear y sin esa sensación de que te arrastras a cada paso. Cada vez que me sucede me preguntó si las demás personas que pueblan el mundo son conscientes de lo felices que son sin saberlo. 
                Es obvio que la persona que padece dolor crónico va a tener una percepción diferente de la felicidad. Va a pedir menos de la vida sin saber que pide mucho. Cada día, cuando me despierto, lo primero que hago es darme vuelta en la cama. Si puedo hacerlo será un buen día, no importa cómo termine porque podré levantarme y hacer el intento. Soy victoriosa. Pero si los minutos pasan y no logro moverme porque mis huesos parecen haberse petrificado junto con la carne que los recubre, comienzo a contar los minutos. Tengo que moverme al menos para tomar el teléfono y avisar que no me esperen en el trabajo. Y a veces ese mínimo esfuerzo me lleva una hora, la misma que uso para vestirme, desayunar, tomar mis cosas y salir. Y entonces me siento derrotada. Por ese día me ganó mi cuerpo. Sencillo, ¿verdad? No es muy agradable confirmar que tu felicidad depende de estar sin dolor. Pero cuando sucede, es la felicidad más completa y consciente que puedas experimentar.

            sábado, 23 de marzo de 2013

            Sobre el sexo y los abrazos

                Hablemos un poco sobre sexo y sobre dormir acompañados cuando padeces dolor crónico por una patología de columna. ¿Cómo le dices a un hombre que no quieres que te toque si estás con dolor cuando has comprobado que es difícil explicarlo hasta a un amigo? Bueno, lo he probado y comprobado: el hombre no lo entenderá pero hará de cuenta que sí. Creerá que debe protegerte, abrazarte, hacerte un masaje. Todo con buenas intenciones. Y he comprobado que no importa cuánto le expliques la naturaleza del dolor a una persona que no lo ha padecido, no podrá comprenderlo. No podrá comprender que prefieras un comprimido de analgésico y una buena noche de sueño sin dolor a una noche de buen y relajante sexo. No comprenderá cuando  le expliques que un punto cualquiera que toque en tu espalda al intentar hacerte un masaje, con buenas intenciones pero sin conocimiento de causa, puede llevarte a una internación segura. Y lo sé porque cada vez que mi doctor de cabecera examinaba mi espalda en busca de puntos de dolor, yo tenía que pasarme unas horitas en emergencia con medicación intravenosa. Claro, antes del diagnóstico definitivo. Ahora se mantiene a distancia. Ahora hablemos de compartir la cama, que no es lo mismo que el sexo sino algo más parecido al abrazo: la cama debe ser muy ancha... Imposible dormir en cucharita. Solo el hecho de acostarme me produce dolor cuando las vértebras se acomodan a la nueva postura, y luego viene el proceso de encontrar la forma de dormir de forma más cómoda, lo que lleva su tiempo y unas veinte vueltas. Mi última postura preferida consiste en dormir boca abajo con la pierna izquierda flexionada hasta que llegue a la altura de la cintura, o sea, muy bien flexionada. La razón: estira el nervio ciático y me produce un alivio muy placentero. Si amanezco en esa posición, sé que sentí dolor durante la noche. También sucede que des patadas mientras estás dormido, y es mejor que la persona que esté al lado tenga bastante espacio en la cama donde buscar refugio. Y aclaro: no es que no puedas tener sexo. Puedes, será tan bueno como siempre lo fue para ti o tal vez más ahora que tiene otro valor para ti, pero debes establecer los tiempos y no podrán depender de las ganas de tu pareja sino de las condiciones de tu cuerpo. Tendrás que volverte egoísta hasta en eso, y esperar que el otro lo comprenda. Y si no lo comprende, tomas tus cosas, te vas a tu casa y te acuestas con el analgésico que corresponda y toda la cama para ti. Y te aseguro que no te acordarás de la noche de sexo que perdiste más que con una lejana nostalgia del tipo "me estoy volviendo vieja" o "en mis buenos tiempos no era así". Pero... yo soy soltera. Siempre puedo tomar mi bolso e irme. Sí, tus prioridades cambian hasta hacerte un ser extraño para ti mismo. Pero con el tiempo, también cambian tus necesidades. Mantenerme con el mínimo de dolor es una de mis prioridades. Y para eso no hay explicaciones que valgan. 

            miércoles, 30 de enero de 2013

            Mi moto

            Luego de un año y medio en cama, tuve que tomar la decisión de vender mi moto, una Baccio Cruiser 125cc, porque no podría volver a andar en ella.

            La moto era mi sueño, pero quería un modelo chopper, 125cc como mínimo, nada de motos chicas. Me llevó varios años de trabajo hacerlo porque, cuando tenía el dinero, debía invertirlo en algo más. Así hice mi casa: con el dinero de la moto soñada. Y cuando quise comenzar a disfrutarla, comenzó el dolor.
            Al principio, creí que todo el problema se debía a un esfuerzo indebido con la moto. Es frecuente que las hernias de disco se produzcan en accidentes en moto y eso era lo que me había diagnosticado al inicio. Por un año creí que ese era el problema y me llevó un tiempo más darme cuenta de que las voces que me decían que debía vender mi moto porque me había hecho daño estaban equivocadas. Una osteoartrosis... el desgaste de los discos de la columna lumbar, no pudo producirse en un día. Un desgaste a ese grado lleva años, es progresivo, es crónico, o sea, que es para toda la vida. Mi moto podía incrementar el dolor por su peso (unos considerables 110kg) pero no ser la causa.
            Me llevó muchas horas de terapia tomar la decisión: mi moto no se vende, puede podrirse en el galpón, pero no se vende. Otras explicar la importancia desmedida que parecía tener para mí, su significado, y el porqué la experiencia de viajar en una moto no se asemeja a la de andar en el auto que mi familia quería que me comprara. La libertad, en primer lugar, la misma que había perdido con la enfermedad. La libertad y la independencia estaban unidas a su significado. Y luego, la experiencia de controlar un vehículo cuyo corazón ruge entre tus piernas. Una moto se maneja con todo el cuerpo, por lo tanto, o te haces uno con ella o te caes del caballo.
            Tres años después puedo decir que aún no hay más placer que ese para mí: el sonido del motor sigue siendo el latir del corazón de mi animal mecánico, la sensación de control y libertad sigue siendo única, y el viento que sientes sólido al ganar velocidad y la visión total de lo que te rodea...

            Mi columna me ha dado una tregua estos días. Me permitió hacer lo que soñé hacer en todas mis vacaciones. Fueron tres días, ni eso, dos. Pero valieron por todo el mes. No siempre tuve que manejar yo, eso es un alivio y también una posibilidad. Me encontré con otros amantes de las motos y los escuché contar sus anécdotas. Algunos incluso tienen el auto, pero NO ES LO MISMO QUE LA MOTO... Y eso solo se lo puedes explicar a otro motociclista.

            jueves, 24 de enero de 2013

            Más que suficiente

                  Compartimos un mate, comimos algo y estamos caminando por la feria. Mis amigos deciden irse a ver una película y comer pizza como lo habíamos planeado. Son las diez treinta de una noche con la atmósfera pegajosa y llena de tentáculos propia de una tormenta. Yo me voy a casa, les comunico, estoy con dolor. El niño no entiende. Y de mal humor, me dice. Y le explico lo inexplicable. 
                  Los amigos creen entenderlo pero sé que se preguntan cómo camino normalmente y de pronto quiero irme porque siento dolor. Y eso no lo explico. No explico cuántos minutos hace que me siento así, que el antiinflamatorio que ingerí con la comida no hizo efecto, ni el esfuerzo que hago para no renguear. Nadie quiere escuchar esas explicaciones por mucho que te quieran.
                  Tampoco puedo contarles cómo hago para saber que debo irme a casa a medicarme y a tirarme sobre una cama. Ni el tiempo que me lleva observar mi propio dolor para saber qué analgésico es el que me corresponde tomar. Con que respeten la decisión que tomas es más que suficiente.

            domingo, 20 de enero de 2013

            Tres años después

            Tres años después...

            - aún dependo de medicamentos para hacer tolerable el dolor,
            - paso más tiempo de mi día acostada que de pie,
            - uso faja lumbar, 
            - desarrollé gastritis medicamentosa,
            - camino distancias cortas, con dolor o rengueo, 
            - sigo la siguiente ecuación: con dolor = deprimida, sin dolor = feliz,
            - no puedo viajar largas distancias si estoy en un empuje de dolor y sin analgesia,
            - tomar alcohol, por poco que sea, debido a que todos interactúan negativamente con mi medicación (y sobrecargan hígado y riñones),
            - el frío me causa dolor,
            - he visitado diversos especialistas por efectos secundarios de la medicación que tomo en forma permanente o de mi patología lumbar (gastroenterólogo, reumatólogo, traumatólogo, otorrinolaringólogo, siquiatra, urólogo, sicólogo, fisioterapeuta),
            - no puedo estar de pie luego de las doce de la noche,
            - he cambiado tres veces de colchón,
            - no puedo hacer ejercicios recomendados por el especialita de columna (ni largas caminatas, ni bicicleta, ni pilates),
            - debo hacerme controles periódicos con un médico de medicina general
            - no puedo dormir naturalmente porque duermo con dolor,
            - recibo bloqueos lumbares periódicos (por lo menos dos al año),
            - no recibo cirugía.

            Tres años después...
            - conozco los límites de mi cuerpo,
            - pude volver a mi trabajo,
            - uso mis poemas y mis blogs para expresar los sentimientos de impotencia, frustración y rabia generados por mi patología lumbar,
            - puedo permanecer de pie aunque sea por cortos períodos (por lo  tanto, trabajar, hacer cola en la caja del supermercado y en la mutualista),
            - ya sé qué zapatos usar de acuerdo al grado de dolor que tenga en el momento (muy importante),
            - puedo hacer mis propios trámites por licencia laboral (muy importante también para no estar molestando a los demás y mucho menos a la familia),
            - sé qué tareas empeoran mi condición (levantar peso, barrer y cualquier otra que implique agacharse),
            - tengo un taxista de confianza que me traslada cuando no puedo caminar,
            - me acostumbré a usar la faja lumbar y tengo la ropa adecuada para cubrirla,
            - no renuncio a mi adorada moto (una Baccio Cruiser 125cc),
            - aprendí mucho sobre cómo relacionarse con los médicos que te atienden (muy, muy importante),
            - aprendí otro tanto sobre cómo leer las recetas que acompañan los medicamentos (principalmente donde dice "efectos secundarios"),
            - conozco los diferentes umbrales de dolor que tolera mi cuerpo.

            Tres años después espero...
            - recibir la cirugía que me permita vivir sin dolor,
            - no tener que usar más faja lumbar,
            - publicar un libro con los poemas escritos en este período,
            - poder volver a andar en bicicleta,
            - poder salir a tomar cerveza un fin de semana con mis amigas,
            - no depender más de medicamentos,
            - poder viajar en mi moto y llevar a cabo los proyectos pendientes en el área de la fotografía,
            - dormir nueve o diez horas por día si siento ganas,
            - poder volver a viajar trayectos largos y excursiones turísticas sin dolor.









            sábado, 12 de enero de 2013

            Regreso a casa

                 Siento como un leve adormecimiento que se extiende por mis extremidades y como pulza el punto de dolor a la izquierda de mi cadera. Siento el exacto camino del nervio dolorido que corre por mi pierna... Esto es lo mejor que he logrado sentirme hoy y no lo menosprecio. Ha sido un día largo y me siento cansada. Miro cada tanto el reloj y veo si ya es la hora a la que acostumbro acostarme. Enseguida calculo la medicación que debo administrarme para poder dormir sin dolor (o no enterarme de que sigue ahí) todo lo que no pude dormir anoche. Y tomo conciencia de que mi vida vuelve a girar minuto a minuto en torno a las sensaciones que produce mi cuerpo. Vuelvo a medir el tiempo por las comidas y la medicación porque ambas vuelven a estar interligadas: ingiriendo analgésicos tan fuertes necesito que mi estómago esté bien protegido.
                  El miedo que me atenazó varios días después de mi última consulta con el especialista de columna se materializa antes de lo que esperaba y no lo tomo muy bien. Los ruidos fuertes me molestan y no quiero ver ni hablar con nadie. Dejo el celular en silencio pero no llego a desconectar el teléfono de línea. La amiga que me llamó hoy se sentía más desesperada que yo y lloriqueamos cada una de su lado de la línea. Ella porque su vida necesita cambiar y yo porque la mía va a seguir sin cambio, esclavizado cuerpo y voluntad al dolor. 
                  Cuando el día fue muy malo, mi mejor consejo es dormir temprano.

            domingo, 6 de enero de 2013

            Juntando fuerzas para lo que vendrá

                  Han sido días difíciles, no en hechos sino en mi interior: una larga lucha con las partes de mí que me mantienen de pie en este mundo. Después de los dolorosos "días de fiesta", fui a mi consulta de control con mi especialista de columna. Volví cansada, dolorida, hastiada y furiosa. Me llevó horas darme cuenta de lo enojada que estaba/estoy.
                  El doctor llegó con dos horas de atraso a la consulta y los pacientes se sucedían como ganado que pasa por el brete (mis disculpas por la comparación de origen gauchesco pero es el mío). Unos salían enojados, otros resignados y otros, como yo, sin palabras. Nuestro doctor no quería saber cómo estábamos, sino direccionarnos adecuadamente de acuerdo a sus necesidades y no a las nuestras. No me permitió explicarle que mi aumento brusco de peso se debe a no poder caminar, del nuevo dolorcito molesto localizado bajo los homóplatos que me ha obligado a agregar un medicamente más a los que ya tomaba ni contarle mi torturante fin de año en que salgo a la calle un día y paso tres en cama... Sí, estaba/estoy furiosa.
            Pero pasada esa primera instancia viene el miedo que solo las personas con dolor crónico conocemos: mi próxima consulta será en mayo. O sea, que son 4-5 meses con tratamiento de mantenimiento y los doctores que me hacen el soporte acá hacen lo que pueden que es intentar sacarme el dolor con analgésicos... Son 4-5 meses luego de un bloqueo que sabemos que no funcionó pero que al especialista no le interesa atender porque tiene temas más urgentes que acaparan su atención.
                  Sí, sigo enojada, pero el enojo se pelea con el miedo, con la frustración y con la impotencia. El miedo a los meses que vendrán, el miedo al dolor que aún debo esperar. En estos días soy un yo mudo, una Viviana que no quiere ver ni hablar con nadie, encerrada en sí misma, preparándose, juntando fuerzas para lo que vendrá...