jueves, 26 de marzo de 2015

Desengaño

Casi tres semanas de reincorporación al trabajo y soy una mujer feliz. Cumplo mi horario de cuarenta horas semanales bien, sin esfuerzo extra, trabajando con gusto y quedándome una hora más cuando es necesario o por voluntad propia. Sentirse útil es bueno y necesario para mí, para sentir que mi trabajo no es tiempo perdido detrás de un sueldo sino que le da sentido a mi existencia.
Además de mi medicación habitual,  continúo con las sesiones semanales de acupuntura (cráneoacupuntura, electroacupuntura y auriculoterapia) y cuento los días que faltan para ver al especialista de columna.
Pero la ilusión de normalidad termina con la llegada de los primeros días fríos. El tronco se pone rígido,  el vértigo se asoma y el dolor aumenta en forma considerable.
El desengaño no es algo malo, es un llamado de atención. Si somos seres tan dispuestos a auto engañarnos como cuando me revuelo feliz en mi ilusión de normalidad, también somos seres con la fuerza de voluntad necesaria para reaccionar y no perder de vista el objetivo. Mi objetivo,  en este caso, es mejorar todo loque sea posible mi calidad de vida. Vivir sin dolor.

sábado, 14 de marzo de 2015

Ella y yo

      Entra como siempre, llena de energía, quejándose de algo y contando alguna peripecia diaria. Yo me mantengo callada, separo mi medicación y trato de decidir si comienzo a medicarme para mi columna que está poniéndose rígida o para las náuseas y el dolor de panza que siento. Ella se mueve ágil y rápida,  tan rápida que quiebra algo, como siempre.  Yo le molesto en su actividad frenética y me voy a la cama para salir de su camino. Separo los medicamentos para la semana y los diez que debo tomar ahora de noche. Diez! Los vuelvo a contar. Junté los del mediodía con la noche porque salí a las siete a trabajar y volví de tardecita. Mientras tanto molesto en el baño porque ella quiere hacer una limpieza rápida e irse a trabajar, ayudar a sus hijos cuando no pueden valerse por sí mismos. Es lo que se supone que deben hacer las madres. 
      Vuelvo a la cama y empiezo a engullir mis píldoras mientras nuestra distancia de pocos metros aumenta a kilómetros. 

jueves, 5 de marzo de 2015

Caminar es maravilloso!

      Poder hacer yo misma mis compras, el queso crema que me gusta, el yogur con frutas que solo se encuentra en Yaguarón y no en cualquier supermercado, la galleta Ellis de una panadería
de Melo que no me hincha la panza, el insecticida de repuesto para aquel aparato a batería de litio que es el único que mantiene a raya los mosquitos en mi casa,  la batería de litio que se había agotado, el regalo especial para una amiga que cumplió años hace dos semanas... y podría seguir enumerando ejemplos. Nada sustituye la posibilidad de hacer tus propias compras por mejor que sea la voluntad de las personas que te rodean. Un taxista amable y considerado como el mío puede llevarme de un lugar a otro pero no le puedo pedir que sea mi chofer particular mientras voy a pagar mis cuentas casa por casa. Poder hacerlo por mí misma es una experiencia indescriptible de libertad e independencia. 

      Hoy me desperté cinco menos diez, fui al baño y no pude volver a dormir porque el dolor comenzó. Cuando logré aliviarlo había amanecido. Desayuné y me sentí feliz por haber logrado calmar el dolor sin más problemas. El pronóstico para mi día se veía bueno. Me vestí y salí dispuesta a hacer mis compras postergadas.  Para mi sorpresa, comercios pequeños no abren antes de la nueve de la mañana. Entonces me fui a la casa de productos eléctricos que queda a cinco cuadras de casa. Cinco cuadras que caminé sin renguear! Como supuse, ellos sí estaban trabajando ya y me traje la batería para el aparato insecticida y cable de extensión para colocar el teléfono al lado de mi cama. Parece una tontería pero desde que este último empuje comenzó he perdido muchas llamadas por no poder levantarme de la cama a atender el teléfono. Ahora bastará con estirar el brazo! Dos exalumnos atienden el comercio y pude charlar feliz con ellos. Nunca fui una mujer tan conversadora y simpática. Meses de encierro y ausencia de dolor sacaron al yo escondido por años de dolor crónico. Luego carnicería y por último regalería. Unas doce cuadras con rengueo casi imperceptible! Encuentro el barrio cambiado y caminar es maravilloso!

      La noche me trajo cólicas abdominales y diarrea, efectos secundarios del exceso de medicación para el dolor.  Me sucede una vez por semana al menos. Pero hoy no importa. Hoy caminé e hice mis propias compras.  Hoy no importa.

lunes, 2 de marzo de 2015

La relatividad del alivio

      Con un pico de dolor por semana puedo decir que mejoro, con poder cocinarme,  estar una hora fuera de la cama y caminar hasta el fondo de mi patio con mis perros puedo decir que me alivio. Pero estoy sin dolor? No. El dolor es constante aunque moderado, molesto y desesperante cuando sientes que te pellizcando los nervios o que una mano invisible tirones los nervios que recorren tus piernas. A esto último ni siquiera puedes llamarlo dolor pero la intensidad para el que lo padece es la misma. Me estiró sobre el piso frío, me voy a caminar al patio, levanto las piernas, me vuelvo contorsionista en posiciones de yoga que alivian por cinco segundos, me tiro al suelo en el patio a mirar el cielo, uso el caminador, tomo tramadol. A veces quiero lastimarme como Juliette Binoche en Blue, cortarme, arrancarme una pierna, salir a correr, gritar, golpear mi cabeza contra la pared para que esto termine, pero estoy mejor, verdad? Ya no estoy todo el tiempo en cama, puedo usar el caminador una vez al día,  he bajado las dosis de mis medicamentos aunque también agregué dos más ahora que lo pienso... Puedo ir a trabajar,  verdad? QUIERO ir a trabajar que no es lo mismo que poder, pero puedo,  verdad? Entonces porqué me atenaza el miedo al pensarme volviendo a trabajar con dolor, haciendo de cuenta que todo está bien, masticando piedras invisibles,  sin querer que nadie me salude ni me hable ni me toque? Hay dos yo peleando por tomar el mando, mi cuerpo y mi voluntad. Ambos están disociados. Y la lucha parece perpetua, el enemigo dentro. Pero mi mayor temor es que la voluntad no sea suficiente Esta vez.

domingo, 1 de marzo de 2015

La culpa

      Ayer tuve mi primer pico de dolor luego de una semana. Usé la nueva medicación y ahora siento como si lo hubiera cortado: dolor, silencio, dolor ( en la mañana), estado de dolor latente (de tarde) como si alguien se hubiera puesto a tocar la guitarra pellizcando los nervios de mi espalda. Será una buena señal eso de haber pasado una semana sin hacer un pico de dolor? O una nueva ilusión? 
      Mañana comienzan las clases y esa es otra fuente de angustia. No la puedo tocar pero sé que está ahí.  Una película más dramática me deja al borde de las lágrimas,  una foto de mi padre también, mi material de trabajo permanece in tocado, la culpa me corroe. Yo debería estar comenzando a trabajar con los demás. La culpa no se puede expulsar,  ni con terapia psicológica,  está demasiado arraigada, desconfío que hasta puede ser de origen genético, transmitida por generaciones de ancestros que reventaron trabajando la tierra hasta morir de viejos.