jueves, 24 de enero de 2013

Más que suficiente

      Compartimos un mate, comimos algo y estamos caminando por la feria. Mis amigos deciden irse a ver una película y comer pizza como lo habíamos planeado. Son las diez treinta de una noche con la atmósfera pegajosa y llena de tentáculos propia de una tormenta. Yo me voy a casa, les comunico, estoy con dolor. El niño no entiende. Y de mal humor, me dice. Y le explico lo inexplicable. 
      Los amigos creen entenderlo pero sé que se preguntan cómo camino normalmente y de pronto quiero irme porque siento dolor. Y eso no lo explico. No explico cuántos minutos hace que me siento así, que el antiinflamatorio que ingerí con la comida no hizo efecto, ni el esfuerzo que hago para no renguear. Nadie quiere escuchar esas explicaciones por mucho que te quieran.
      Tampoco puedo contarles cómo hago para saber que debo irme a casa a medicarme y a tirarme sobre una cama. Ni el tiempo que me lleva observar mi propio dolor para saber qué analgésico es el que me corresponde tomar. Con que respeten la decisión que tomas es más que suficiente.

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