lunes, 2 de marzo de 2015

La relatividad del alivio

      Con un pico de dolor por semana puedo decir que mejoro, con poder cocinarme,  estar una hora fuera de la cama y caminar hasta el fondo de mi patio con mis perros puedo decir que me alivio. Pero estoy sin dolor? No. El dolor es constante aunque moderado, molesto y desesperante cuando sientes que te pellizcando los nervios o que una mano invisible tirones los nervios que recorren tus piernas. A esto último ni siquiera puedes llamarlo dolor pero la intensidad para el que lo padece es la misma. Me estiró sobre el piso frío, me voy a caminar al patio, levanto las piernas, me vuelvo contorsionista en posiciones de yoga que alivian por cinco segundos, me tiro al suelo en el patio a mirar el cielo, uso el caminador, tomo tramadol. A veces quiero lastimarme como Juliette Binoche en Blue, cortarme, arrancarme una pierna, salir a correr, gritar, golpear mi cabeza contra la pared para que esto termine, pero estoy mejor, verdad? Ya no estoy todo el tiempo en cama, puedo usar el caminador una vez al día,  he bajado las dosis de mis medicamentos aunque también agregué dos más ahora que lo pienso... Puedo ir a trabajar,  verdad? QUIERO ir a trabajar que no es lo mismo que poder, pero puedo,  verdad? Entonces porqué me atenaza el miedo al pensarme volviendo a trabajar con dolor, haciendo de cuenta que todo está bien, masticando piedras invisibles,  sin querer que nadie me salude ni me hable ni me toque? Hay dos yo peleando por tomar el mando, mi cuerpo y mi voluntad. Ambos están disociados. Y la lucha parece perpetua, el enemigo dentro. Pero mi mayor temor es que la voluntad no sea suficiente Esta vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario