jueves, 21 de mayo de 2015

Las ventajas de un corsé extraíble

          Recuerdo que la recomendación de mi doctor cuando me dio la orden para que el corsé se transformara en extraíble fue: "te lo sacas para bañarte, dormir y comer". Y algo más que podía estar implícito pero no lo dijo. Así que en mi primera noche sin el corsé de yeso quería bañarme y dormir sin esa incómoda sensación de estar dentro de un tonel cada vez que me iba a dar vuelta en la cama. 
         Pero la realidad fue decepcionante. Me desperté de madrugada con dolor cuando hacía días que no necesitaba tomar ningún analgésico extra además del antiinflamatorio habitual. Y volver a vestir el corsé sin ayuda no es fácil y sí agotador. Me explico: en el primer intento me equivoqué de lado, y el espacio reservado a mis senos se fue a mi panza. ¿Me lo quito y me lo vuelvo a colocar? Fácil. No, es pesado y no quiere volver a salir por mi cabeza. El algodón que recubre el interior se queda prendido a mi pelo y a mi moño y a mi nariz. Nuevos movimientos de contorsionista sin título ni práctica para que pasara por la cabeza y luego resbalara por mis brazos sobre la cama... Nuevo intento. ¿Qué hago con el forro de algodón que se está desprendiendo? ¿Lo quito del todo, lo vuelvo a pegar...? Meto mi cabeza por el centro y va así nomás, amontonándose sobre la cintura (me propongo repensarlo luego, si lo corto o si lo pego o qué hago con él). Intento de ajuste y ahora viene el proceso de atarlo lo más justo posible con el cordón que sobra o falta de algún lado... tiro, ato, desato, vuelvo a atar... Terminar de vestirme. ¡Ufa! Y tengo que salir corriendo a trabajar que estoy retrasada. 
        Llego al liceo con dolor y comienzo a renguear. Me siento desilusionada. ¿Todas mis noches van a ser así? ¿Y mis mañanas...? En fin, que, excepto el poder bañarse que está bueno..., el corsé extraíble es una decepción. 
        Ahora ya no dependo del tramadol: dependo del corsé de yeso.
        

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