viernes, 1 de julio de 2016

El 8 de junio de 2016 y 6 el dr. Ayala

Fueron seis inyecciones en diferentes secciones de la columna lumbar (el término médico es "bloqueo facetario"), cuatro del lado derecho, dos del izquierdo. Lo sé porque al sacarme en vendaje le pedí a la amiga con quien me quedo en Montevideo que contará los pinchazos. Yo paré de contar luego del tercero y puse mi mano derecha entre mis dientes para no gritar de dolor. Gritar o quejarme en voz alta me avergonzaría, así de obsesiva soy. Fue el 8 de junio. Tenía coordinada una consulta con el doctor Ayala en el Sanatorio Americano, una eminencia impaciente que me preguntó si me había quedado dormida en la camilla donde acababa de examinarme porque demoré en bajarme. Me propuso hacerme un bloqueo facetario lumbar ese mismo día y, si lograba aliviarme, entonces hablaríamos del tratamiento por radiofrecuencia que había recomendado el equipo de CEDEFCO (Centro de Deformidades de Columna que había consultado un mes antes). Acepté. Dos horas después y en ayuno me presenté en el Sanatorio para que me hicieran el tratamiento. Un auxiliar de enfermería te lleva a la antesala del Block y esperas con los demás pacientes que aprovechan ese tiempo para compartir experiencias. Hasta ese momento no hubo diferencias con los anteriores que me había hecho en Melo. Sin embargo, el ingreso al Block de forma individual estableció notables cambios. La ropa descartable, por ejemplo, la colocación obligatoria de un circuito y la inyección de un antibiótico (al que descubrí soy alérgica) como profilaxis. En el Block te acuestas boca abajo en una camilla y te quitan completamente el poncho de papel que te habían colocado, te desinfectan la zona en la que trabajarán y el procedimiento es el más doloroso que he experimentado. Aún cuando sabes que la aguja ya abandonó tu cuerpo, la sientes adentro y la sensación es muy desagradable. Más desagradable aún es cuando sientes que el doctor hace fuerza para que la aguja entre más y más a medida que se guía por las imágenes que le muestra el radiólogo también presente. La analogía que mejor lo explica es la inyección anestésica que aplica un dentista: aunque coloca una anestesia superficial y va inyectando más a medida que la aguja entra, el dolor es inevitable. Por fin, si todo corre bien, puedes irte a tu casa en media hora. Lo curioso es que te acompañan al entrar pero no al salir, por lo que fue fácil perderme en aquel laberinto de corredores. Debían darle un mapa a los pacientes una vez que entran. Terminé bajando por el ascensor del personal causando un silencio incómodo y algunos comentarios. "Ya que me metieron aquí, lo mejor que pueden hacer es sacarme", les dije, con la diplomacia que me caracteriza. Faltaba entonces la peor parte: la primera noche luego del bloqueo, que se caracteriza por dolor intenso en la zona afectada y sudoración nocturna. La impresión que tienes es de que tu columna va a partirse a la mitad. Como mi amiga también estaba dolorida por una caída en su trabajo, pasamos buena parte de la noche haciendo un dúo de quejas y revolcándonos de dolor en la cama.

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