viernes, 29 de julio de 2016

Un problema de colchones

Vivo en mi cama. Me levanto y salgo una vez a la semana. Para ir al médico, para ir al supermercado cuando no tengo más comida, para hacer trámites que no puedo delegar. La cama se hundió del lado derecho donde me recuesto durante el día, el colchón ortopédico se hunde del mismo lado entonces, cuando quiero dormir me paso al lado izquierdo que está más parejo. Mi cama, el centro de mi mundo. Me rodeo de agua, medicación, lapiceros, cuadernos y libros. Hoy pregunté el precio del colchón modelo sommier más duro que había en la única tienda que vende muebles en mi ciudad. Dieciséis mil pesos. Una fortuna por un colchón que a mí me dura dos años máximo porque vivo en mi cama. "Pero tiene garantía de cuatro años", me dice muy amable la vendedora. Sí, cómo no. El último que compré también la tenía. No recuerdo cuántas noches nos despertamos, mi Pulga y yo, con la cabeza más cerca de piso y los pies más cerca del techo. Suspiro, me levanto gateando y me dispongo a quitarme la bronca del despertar brusco atacando la cama a martillazos. Son camas baratas de pino hechas por carpinteros baratos y con el uso se van desarmando. No sé cuánto más aguante la mía pero ya sé qué haré cuando suceda: ¡instalaré el colchón en el piso!

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