lunes, 1 de abril de 2013

Entre el dolor y la culpa

He ido manejando el incremento del dolor en estos últimos tres días. Con medicación, con reposo, y observándome. No levanté peso, no tomé frío, hay tormenta, estoy viva. Las razones por las que algunos tipos de tormenta afectan mi columna y otras no es aún un misterio para mí. Lo único que puedo asegurar que me produce dolor es el frío. Lo demás... depende. Duele por esa maceta con plantas  que cambié de lugar, porque hice un movimiento indebido con la moto, porque estuve mucho de pie, porque estuve mucho en la cama, porque hay tormenta, porque estoy con la menstruación... duele, PORQUE ESTOY VIVA. Hoy no levanté el teléfono para avisar que no iba a trabajar, me llamaron, pero luego vino el conocido sentimiento de culpa. El dolor y la culpa en relación al trabajo se entrelazan como dos amantes rencorosos. Cuando sucede me convierto en un mecanismo más del sistema que no funciona, un organismo biológico fallado. Soy un eslabón débil en la cadena, no me sustituyen pero les gustaría hacerlo porque no cumplo con mi función. De nada me sirve recordar que soy una persona y no la pieza de una máquina social. ¿Para quién? El ser controlador y perfeccionista que llevo dentro se siente victorioso. Si hoy mis huesos se han petrificado, HOY, reina él. 

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