domingo, 18 de noviembre de 2012

Las primeras palabras

Obra de la autora.
      Algo me ha carcomido por dentro desde que abrí los ojos al día. Estuve en actividad frenética hasta que ELLA* me obligó a detenerme.
      ELLA, siempre, es la que me obliga a detenerme, la que marca los límites y coarta mis creencias de libertad.
      Mi actividad más importante fue arreglar mi ropero y decidir qué hacer con la ropa que no estoy usando. El mueble es pequeñito y cualquier pieza que se pueda desalojar es una menos que me caerá encima cuando lo abra. Esto me produjo un alivio enorme pero también me obligó a mover las cajas con ropa de verano, bajarlas y volver a subirlas con las de invierno. Me sentía feliz, tan feliz... Pude hacerlo sin sentir dolor y sin rigidez en el tronco: levantando-subiendo-bajando.
      Y me siento como una mujer enamorada, me transfiguro, vislumbro mi otro yo, el que perdí cuando comencé la Jornada** hace tres años...

      Después del mediodía (me hice unos fideos con albahaca, nueces y aceite de oliva que comí con voracidad), ELLA vino y me cobró la transgresión. La rigidez llegó primero, como un enlentecer en el movimiento de las piezas del motor de una máquina. Enseguida viene el cansancio localizado en la zona lumbar. No me he cansado yo, se ha cansado ELLA. Así que la escucho y lo compruebo al acostarme boca arriba en mi cama: siento como cada hueso va ocupando dolorosamente una nueva posición. Ahora debo esperar un buen rato a que el dolor se establezca y se defina. De ese tiempo de espera dependo para seleccionar el analgésico que debo tomar. Ahora se queda en un punto fijo en la cadera izquierda con hilillos de dolor que se tienden hacia la pierna izquierda y se disuelven antes de llegar a la rodilla. Camino hasta el baño para confirmarlo: el hilo fino de dolor baja por la pierna cada vez que la apoyo en el piso. No bastará con tomar el antiinflamatorio suave, tendrá que ser el más fuerte y agradezco el buen almuerzo con el que forré mi castigado estómago.

      Al rato llega la señora que me ayuda a limpiar. Ya sabe que por las tardes estoy en cama y que, si estoy con dolor, muda y quetecita, como hoy. Le explico que no es nada, que fue mi culpa por no haber tenido cuidado y haberme puesto a arreglar la casa sin esperarla. Compasión en exceso te vuelve víctima. Esta es mi vida ahora. Somos mi cuerpo y yo, y nadie puede ayudarme en eso.



* El diagnótico médico es: osteoartrosis con desgaste en tres discos de la columna lumbar. ELLA: su columna.
** La Jornada es el nombre que le da al periodo de cambio en su vida que se origina con la primera internación por lumbalgia en marzo de 2010.

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