viernes, 23 de noviembre de 2012

Miedo a dormir

Con miedo a dormir otra noche en estado febril, escuchando mis propios gemidos de dolor en sueños.
No hay nadie que me despierte. Nadie que me avise cuando he llegado a mis propios límites y me veo demasiado pálida, o el bruxismo ha ido en aumento. Solo mis perros me acompañan en mis noches insomnes de dolor. La grande observa y suspira. El pequeñito se enrosca junto a mí y se reacomoda las diez veces, veinte veces, en que tengo que cambiar de posición.

Sé lo que piensan. Algunos, además de pensarlo, me lo han dicho. Me hablan de lo difícil que creen que es padecer dolor crónico y vivir sola. Por lo general, los escucho en silencio. No les preocupo yo, les preocupan sus propios miedos de verse como yo.
Pero se equivocan. Al menos en lo que a mí respecta. Nadie puede asegurarme que la compañía humana cuando se padece dolor crónico es mejor que la canina o que la soledad. Pero yo puedo asegurarles que la soledad en esta situación te fortalece. Eres tú y solo tú aprendiendo a respetar tus límites, los de tu cuerpo y los de tu mente. Aprendiendo a escucharte y a respetarte.
Y eso solo lo he podido hacer cuando entre mi cuerpo y el dolor, no hay nadie a quien culpar.

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