martes, 20 de noviembre de 2012

Dar nombre a lo indefinible


Si me fuera posible, convertiría mi mano en garra y la metería dentro de mi carne en el lugar exacto donde se encuentra el punto de dolor y arrancaría la pierna. Es una imagen recurrente ante la sensación desesperante que se instala con frecuencia en mi cuerpo. Y disfruto de ella todo lo que no puedo disfrutar del hecho mismo, a todos los efectos, imposible de llevar a cabo.

Foto de la autora
Cuando esto empezó se me hacía muy difícil describirlo. No encontraba las palabras o no eran las mismas porque el dolor tampoco era el mismo. Pero eso yo no lo sabía. Me llevó un buen tiempo descubrir que mutaba y apoderarme de las palabras que de darían nombre, que lo definirían.  Al principio, cuando el diagnóstico exacto no llega, definir el dolor es importante. Los doctores quieren saberlo,  tu familia quiere saberlo pero, descubrí, solo los que lo padecen pueden comprenderlo. 

Las palabras me fueron llegando poco a poco en las charlas de la sala de espera al traumatólogo  y  al block quirúrgico, que es donde nos encontramos los pacientes con afecciones de columna. Y descubrí que no solo yo las buscaba. Es como si una descarga eléctrica corriera por mis piernas, escuché  contar un día.  Y otro: uno anda como perro rabioso…  Creí que solo a mí me pasaba, dijo una compañera de block. Creí que era solo yo la que sufría, dijo otra.

Ahora, cuando quiero darle nombre al dolor, lo escribo.

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