martes, 21 de abril de 2015

Enyesada

      Feliz de haber obtenido una respuesta diferente a mi última consulta con el especialista de columna, estoy lejos de sospechar que me llevará una semana concretar la orden. 
La funcionaria que consulto no conoce al enfermero que me hará el yeso y luego de varias averiguaciones y horas más tarde, debo volver a casa sin haber logrado siquiera coordinar mi próximo viaje con el enfermero. Un amigo en Melo logra ubicarlo y me concreta una reunión pero viajo apenas para descubrir que debo hacer dos días de dieta, traer ropa apropiada y volver otro día. 

      El viernes viajé a Melo para que, al fin,  me coloquen el corsé de yeso. Llevo una blusa blanca sin mangas de algodón y ajustada al cuerpo tal como me indicó el enfermero para que quede bajo el yeso, y una pollera larga y ancha con elástico en la cintura. Cuando me hace pasar a la sala de traumatología me va explicando los pasos. Debo acostarme entre dos camillas de modo que mi torso quede suspendido en el aire y mi cuerpo apoyado en el final de mis caderas y mis hombros. Para lograrlo hay todo un método que el enfermero conoce bien. Con el torso al aire procede a fajarme y poner camadas de yeso. Aunque no es una posición cómoda,  no siento más dolor del acostumbrado y acaba en seguida. Me ayuda a ponerme de pie y espero que la habitación acabe de girar. 
      Ahora viene lo más difícil. El yeso secará totalmente en dos o tres días pero durante unas seis horas debo evitar sentarme y dormir en posición semivertical hasta que seque completamente. Me siento más que preocupada. Mi amigo me ofreció su casa pero me preocupa no poder realizar acciones íntimas como ir al baño sin ayuda. Sé que su oferta es generosa pero mi amigo es hombre y hay cierta dignidad que no estoy dispuesta a perder. 
      En su casa improvisamos con almohadas un lugar donde pueda recostarme y descansar. El yeso pesa. Enseguida descubro que,  como temía,  ir al baño a orinar y bajarme la ropa interior es una tarea hercúlea y decido aceptar la oferta de la amiga que ofreció ir a buscarme en su auto. 

      
Con el corsé recién colocado.

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