jueves, 9 de abril de 2015

Un simple tema semántico

La semana de turismo es muy esperada por los docentes.  El que puede viaja, tal como yo lo hacía. Antes. 
Este año llegué cansada pero satisfecha. Tres semanas de trabajo intenso con apenas una falta y me sentía orgullosa por el desafío superado y por haber podido recordar a mí misma mi capacidad de superación. Casi me sale con mayúscula,  como un super poder. Entonces tres días en cama dolorida pero descansando no me preocuparon mucho después de todo lo que le había exigido a mi cuerpo las últimas semanas. 
El miércoles me levanté aliviada, abrí ventanas y allí estaba un día claro, precioso de sol y temperatura agradable. Llamó acuña amiga,  almorzamos afuera y de tarde, un saltito al balneario cercano a tomar unos mates. De noche tenía consulta con médico que no me era conocido para repetir medicación porque los días en cama habían acabado con mis provisiones. 
El doctor tenía el aspecto de un muchacho joven de cabello claro, recién formado con toda probabilidad. No me preguntó a qué iba como los más veteranos, sino que comenzó un sondeo diagnóstico como cuando reciben por primera vez un paciente. Recuerdo que dlas dos preguntas me hicieron reír y pusieron una expresión de gravedad en el rostro del médico-mmédico-muchacho.  Debe haber creído que me burlaba de él cuando yo solo manifestaba mi humor negro y me hacía consciente de lo horrible que soñaba todo lo que decía. 
Solo recuerdo una de las preguntas respecto a cuántos y cuáles remedios tomaba. Eso me causó gracia.  Todos,  le contesté, aunque debo andar en torno a los diez diarios. Para que no creyera que no me tomaba en serio su trabajo lo guié por mi historia médica: resonancia, especialistas que me tratan y lista de medicamentos. Su rostro cambió y abandonó la jovialidad inicial. Cuando comencé a hamacarme en el asiento por el dolor se portó de forma impecable y siguió las indicaciones de mi doctor de referencia para cuando tengo empujes de dolor. 
La doctora en emergencia fue amable aunque era in experiente en esta clínica. Salí medicada y con un circuito en el brazo tres horas después. 
El resto de mis vacaciones fueron así, en cama y recibiendo en casa, dos veces al día,  medicación intravenosa. Y descubrí algo muy interesante: cuando el paciente paga la medicación que van a inyectarle por vía intravenosa en su casa le llaman tratamiento domiciliario. Cuando la clínica paga los medicamentos que me van a inyectar, le llaman internación domiciliaria. Una simple cuestión de semántica. 

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