martes, 21 de abril de 2015

Re-Sentimiento

      Es temprano en la mañana. Hace una hora que estoy despierta pero gasté media en reorganizar mis sueños-pesadillas de tramadol y renguear hasta el baño. De regreso a la cama tomé mi protector gástrico y estoy esperando los veinte minutos necesarios para que haga efecto y pueda volver a levantarme a prepararme el desayuno.
      Ella llega como un torbellino, abriendo la puerta hacia atrás,  rezongando con los perros, abriendo ventanas y quejándose de algo, la vida, los vecinos, la juventud actual o el calor. Yo no pasé del buen día y solo la observo. Cuando me pregunta si puede abrir las ventanas y le digo que ya están abiertas. No, los vidrios,  me aclara. Y, claro, yo ya sabía a qué se refería.
      Entre la gente de campo existe la creencia de que el aire de la mañana es purificador y bueno para la salud por lo que es la hora preferida para ventilar las casas. Pero la experiencia me dice que contiene un grado alto de humedad que empeora el dolor de columna, así que le gruño la explicación a mi madre.
La gente con tanta energía  y buen humor de mañana tan temprano me pone de mal humor. Ni pensar en abrir las ventanas.
       Mientras ella se mueve de aquí para allá arreglando cosas,  lavando y limpiando a la vez que me cuenta de sus paseos o algún chisme del barrio, yo recuerdo mi sueño más recurrente de los últimos meses donde siempre estoy, peleando y discutiendo con mi madre. 
      Me levanto a prepararme el desayuno y chocamos en la cocina. Yo me "arrastro" y ella "revolotea". Trato de apartarme rápido de su camino porque siento que la molesto, pero chocamos porque hay poco espacio y porque ella es tan enérgica que no puede esperar a que yo termine lo que he venido a hacer y ella pueda continuar su tarea tranquila.
      En algún momento me doy cuenta que no sólo el sueño es recurrente, que esta es una escena que repetimos con frecuencia y entreveo su significado. Me ha costado mucho comprender el sentimiento que me mueve porque es contradictorio y egoísta y quien sabe qué más: me siento resentida por su vitalidad. Tiene casi veinte años más que yo, se va a los bailes, a todos los festivales que hay en los alrededores, vive recibiendo invitaciones a cumpleaños y fiestas por aquí y por allá,  no tiene ninguna enfermedad crónica además del quejismo y hasta ha cambiado de novio más que yo en los últimos dos años... Eureka! No me siento mejor persona cuando lo resuelvo pero sí más aliviada. Tal vez ahora que sé qué motivó mis sueños,  no vuelvan a repetirse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario