jueves, 1 de octubre de 2015

Soy paciente

      En una noche insomne me descubro escribiendo y dibujando. Mi representación de mí misma tiene las lineas inexactas de mi alma atormentada. Intento reproducir la ropa con la que fui a mi última consulta médica. Mi cuerpo no tiene forma porque la ropa grande busca disimular el corsé de yeso. El cabello me sale bastante parecido pero el rostro no es el mío ni en el formato ni en los ojos. Esa incapacidad de verme me angustia. Hace muchos años que no me dibujo, es cierto, pero las manos no olvidan... Y hago un bosquejo rápido más arriba de la hoja donde incluyo mi mentón característico, el formato de mi rostro boca y nariz. 
      Y respiro. No lo he olvidado, se encuentra ahí, en algún lugar. 



      No sabía lo que sentía a respecto de lo que me ha estado sucediendo hasta que pude representarlo. Perdida de mí en la prisión de dolor en que se ha convertido mi cuerpo, he olvidado mi rostro. He dejado de lado a las demás mujeres que viven en mí para atender a la tiranía de mi cuerpo, a cada uno de sus ronroneos. Es la eterna espera de algo más, como paciente y no más como persona. Son las ansias de algo más que me corroen pensando, como paciente,  en la llegada de la solución mágica que cambie la pieza que falla en el mecanismo que es ahora mi cuerpo, y me permita ser funcional otra vez, ser una persona completa y tomar el mando de la gran máquina biológica que somos sobre la Tierra. 

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