jueves, 29 de octubre de 2015

Yo sin dolor

Una vez cada tanto, tal vez una vez al mes... paso el día sin dolor. Lo siento como magia, como si me hubieran suspendido en el tiempo y esperara la ruptura del trance a cualquier momento. Y como es algo tan extraño a mi experiencia en estos años, me paralizo. Pienso, claro, en todo lo que podría hacer, salir a caminar, visitar a mi familia, dar un paseo por campaña a sacar fotos... pero todas esas posibilidades incluyen tomar la moto y enfrentar las calles destrozadas de mi ciudad. Y con eso el dolor podría volver. Y no quiero que vuelva. También podría arreglar mis plantas, lavar el fondo donde están con la manguera para poder sacar las visitas al patio a tomar mate. Miro las macetas y miro la manguera e imagino los movimientos que tengo que hacer para llevar a cabo las tareas, agacharme, levantar peso, y me quedo paralizada mientras me apoyo en la puerta del fondo y veo a mis abandonadas plantas. Podría poner música alta y bailar, porque antes me gustaba bailar mi música sin que me vea nadie, sin que nadie tenga que enterarse. Pero o bailo con la faja lumbar puesta que limita mis movimientos o los movimientos podrían hacer volver el dolor. Y de nuevo me paralizo. Ya no recuerdo muy bien cómo es bailar de todos modos... ¡Pintar, dibujar! No soporto estar largo rato sentada... y el dolor podría volver. Vago de un lugar a otro de mi pequeña casa sólo sintiendo el tiempo deslizarse sobre mí, viendo como se me escurre de las manos mi día mágico.

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