jueves, 1 de octubre de 2015

4 de setiembre: la consulta con el especialista de columna

      Dice Marta que me trató de modo diferente porque vio que estaba acompañada. Es una posibilidad. También dice que el doctor no me reconoció cuando entré a pesar de tratarme hace cuatro años. Preguntó mi nombre y miró la pantalla del monitor de la pc donde se supone que puede ver mi historia clínica. No recuerdo que haya pulsado alguna tecla. 
      Me atendió de pie. Le dije, también de pie, lo que parecía obvio, que estaba de nuevo con el corsé de yeso y me ordenó que me acostara en la camilla. La miré con desánimo: ni escalera ni banco para ayudar a subir... Subí y me recosté. El doctor se acercó y me hizo levantar ambas piernas,  alternadamente. Sonó su celular,  me ordenó que me bajará de la camilla y se retiró a atender su llamada. Marta tuvo que ayudarme a bajar de la camilla. Le conté lo que me había sucedido con el corsé de yeso anterior y acordamos que era muy pronto para observar la evolución del que llevo actualmente pues hacía menos de diez días que me lo habían colocado. Me dio la orden para que regresara el 2 de octubre cuando me quitarían el yeso y hablaríamos de la cirugía ya que "no tengo nada más que hacerte". 
      Me quedé atónita. El trato había sido totalmente diferente al que estaba acostumbrada. Y yo había ido preparada para pelear! 

      Mi amiga resultó el mejor testigo de la odisea que vivimos los pacientes cada vez que tenemos consulta con este doctor. Su indignación fue trajo alivio y seguridad a mi insensibilizada rutina de paciente-oveja que se resigna a vivir esa tortura una y otra vez porque la necesita. Por la esperanza de un cambio y de un alivio. Marta fue testigo del retraso de dos horas y media del doctor, del corredor saturado de pacientes, de los treinta que atiende en una hora más seis o siete entre operados e internados... Una pesadilla a la que yo, paciente, convertí en algo natural hasta que pude ver a través de los ojos de Marta lo que me estaba sucediendo. 




      Y, sin embargo,  me llevó cuatro días poder escribir este relato. Mis sentimientos ahogados en una indignación imposible de describir. La despersonalización, el sentirse como objeto y no como persona, uno más entre muchos en la misma situación,  un número más,  un cuerpo dañado más entre un montón de cuerpos apilados en un corredor. Una paciente, alguien que espera, espera, espera porque la necesidad de alivio es mayor que la tortura del cuerpo en la espera.

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