martes, 17 de febrero de 2015

Consejos para llevar una vida mejor a pesar del dolor

        1) Ame su trabajo.  Eso le ayudará a sentir ganas de levantarse en las mañanas a pesar del dolor. Soy profesora y he llegado dolorida y de mal humor a las clases la institución en la que trabajo, pero así que entro en contacto con mis alumnos su alegría de vivir y su inocencia me contagia. La persona con dolor crónico se vuelve muy centrada en sí misma y en su propio cuerpo, por eso es bueno tener una actividad que lo fuerce a salir de su caparazón. 
Ame su trabajo.


        2) Inicie un diario o lleve un blog. He escuchado a más de una persona con dolor crónico quejarse de que su familia no los entiende. "Pero a ti todos los días te duele algo!", les dicen. Y es cierto que todos los días nos duele algo pero ellos no tienen porqué escucharlo y es natural que se cansen de escucharnos. Los amigos se cansan, nuestra familia se cansa. Y si en nuestra ciudad no hay ningún grupo de apoyo, el diario puede ser una solución que nos permita desahogarnos sin torturar a las personas que nos rodean. Un simple cuaderno basta. Una agenda sirve también. 
Mi agenda tiene poemas, dibujos, sueños...



      3) Descubra nuevos pasatiempos. Leer, tejer,  hacer crucigramas,  armar rompecabezas, jugar a las cartas con los hijos o los nietos, hacer croché.  Cualquier tarea sencilla que le dé placer y le ayude a distraerse en los largos períodos de quietud o, en mi caso, en cama. Cuando una persona está ocupada, el tiempo transcurre más rápido,  no se piensa en bobadas ni se acuerda de torturar a la familia quejándose. 

Dibujando y leyendo, mantenerse ocupado es el secreto. 

      4) Vaya más seguido a la peluquería. Si una persona se ve pálida y con ojeras al espejo, peor se verá despeinada y con canas a la vista. Una visita a la peluquería hace bien a nuestra alicaída autoestima y, por lo tanto, alivia el dolor. 

Cuidarse las uñas también es bueno para la autoestima.


      5) Tenga reservada ropa y un par de zapatos nuevos. Pero no para ir al hospital o sanatorio solamente.  Por las mismas razones anteriores,  para sentir ganas de salir, de sentirse mejor consigo mismo, una camisa nueva, un vestido, unos zapatos soñados hacen maravillas por nuestro ánimo. Parece un consejo frívolo pero pruébelo y después me cuenta. En mis horas de espera frente al consultorio del traumatólogo noté que eran raras las compañeras que, a pesar de las patologías de columna, prescindían de los zapatos de tacón. Podrán estar enfermas, pero no han dejado de ser mujeres.

Mis zapatos preferidos. 


      6) Tenga siempre a alguien a mano a quien abrazar.  Si es su marido o su esposa,  mucho mejor. Pero un nieto mimoso ayuda mucho, un hijo o sobrino que estén dispuestos a aguantarnos también es válido.  Yo tengo a mi mascota (mi perrito Pinscher) siempre a mi alrededor. La razón es muy simple: el dolor permanente nos vuelve irritables y quisquillosos, y hay momentos en que uno no quiere que nadie le hable, le toque o se le acerque.  Pero cuando esos momentos pasan, el abrazo es lo más curativo que nos conviene tener a mano.  

Mi Pulguita es mi abrazo frecuente.


      7) Haga dos listas: una de las cosas que quiere hacer cuando mejore (a corto plazo) y otra de las cosas que aún le faltan por hacer en esta vida. En largos períodos de enfermedad los doctores,  clínicas, medicamentos y nuestro propio cuerpo se vuelven la única realidad.  Por eso es bueno recordar que hay un mundo ahí afuera y que quedan cosas hermosas por descubrir. Un objetivo a corto plazo puede ser, por ejemplo,  salir a bailar,  ir a la playa,  hacer un viaje. Uno a largo plazo puede ser algo que a uno nunca se le hubiera ocurrido si estuviera sano, como hacerse un tatuaje,  aprender un nuevo idioma o hacer un viaje Europa. 

Mi tatuaje ya hizo parte de mi lista de cosas por hacer.


8) No sienta miedo o vergüenza de recurrir a un terapeuta (o psicólogo). Enfermedades crónicas que cursan con dolor causan depresión y es mejor pedir ayuda especializada que auto medicarse.  Algunos antidepresivos ayudan a convivir con el dolor y otros medicamentos ayudan a descansar mejor por las noches. Pero nada sustituye una larga charla con un buen profesional que esté preparado para escucharnos. La frustración y la impotencia,  así como el estigma social de no poder cumplir con su trabajo,  el miedo a perder el empleo o la posibilidad de valerse por sí mismo,  a perder el marido o la esposa, a no poder hacerse cargo de los hijos,  son temas comunes a este tipo de pacientes y lo he escuchado como tema de conversación frecuente en los corredores de traumatología. 
      

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