martes, 17 de febrero de 2015

Hasta los animales

      Estoy despierta desde las cuatro de la mañana. No fue el frío,  no fue la moto, ni mi período,  ni un mal movimiento,  ni la tormenta.  He renunciado a buscar las causas para un empuje de dolor. Duele porque estoy viva.  
      
      Al no poder aliviarme para poder volver a dormirme, opté por tomar el protector gástrico,  comer una banana a modo de desayuno y probar con la medicación más fuerte. Parar esos empujes crecientes de dolor se ha vuelto mi prioridad.  Entre mis brazos mientras escribo está acurrucada mi Pulguita. 

      Me preocupa mi perra vieja, Pintita, que hace días está enferma.  Pensé que se trataba de un problema en su hígado por algo que había comido y la venía tratando con éxito. Estaba comiendo y sin vómitos. Pero ayer no quiso comer nada y se ha limitado a estar tirada sobre su sillón. Al levantarme de madrugada aproveché a darle un poco de hígado crudo con dos comprimidos, un analgésico y un antiinflamatorio. Ocurre que,  por ironía de la vida, mi perra también tiene artrosis. Espero haber encontrado la razón de su dolencia. Es feriado de carnaval y no creo que sus veterinariose estén en la ciudad. Hasta los animales en este mundo no pueden irse sin dolor... 

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