viernes, 13 de febrero de 2015

Otros métodos de tortura

      Ayer fue una mañana fría y me levanté un poco rígida,  como me sucede a veces. Desayuné y busqué ropa para salir. Tenía que prepararme para mi segunda sesión de cráneoacupuntura* y mis expectativas eran las mejores. La primera sesión me había dado una increíble tarde sin dolor que aproveché para arreglar mi abandonada biblioteca.  El efecto duró poco pero probó que el alivio mediante este método era posible.
      A las 9.45 mi amigo taxista me esperaba frente a casa. Cerré y caminé hacia el auto. El pobre hombre no sabía que hacer, si se bajaba a ayudarme,  si me cargaba el bolso... Traté de tranquilizarlo pero no fui muy efectiva.
      Lo que le expliqué es que algunas días la rigidez matutina en las articulaciones afecta tobillos y tendones del pie, duele y me hace difícil caminar. Que, por lo general, disminuye a lo largo de la mañana hasta que desaparece. Pero ayer se había estacionado en el tobillo derecho y no quería desaparecer,  lo que debe haberle dado una fea impresión a mi taxista.  
      En la clínica,  las enfermera que me atendió también pareció impresionarse.  Buscó mi reserva y descubrió que la muchacha de la tarde me había anotado en el turno equivocado: el doctor se encontraba en el hospital atendiendo a otros pacientes en ese momento y las citas para el turno de la tarde estaban cubiertas Por una vez en la vida, reaccioné a tiempo, no podían dejar que me fuera así a mi casa, renga, dolorida y rompiendo la continuidad del tratamiento cuando el error había sido de la clínica. La enfermera no dudó en llamar al doctor y preguntarle si podía atenderme.  Para mi suerte, ya había terminado sus consultas y venía en camino. Le agradecí como pude y me senté.  En diez minutos el doctor entraba por la puerta y me hacía pasar al consultorio.  Me disculpé por insistir y le di las explicaciones del caso, en apariencia innecesarias al verme caminar.
          Le entregué el recipiente plástico en que está guardado el conjunto de agujas para acupuntura.  Cuando termina el procedimiento el paciente se las lleva a su casa y las trae para la siguiente sesión. El doctor las esterilizó y comenzó la aplicación. 
Tubo con las agujas de acupuntura. 
      Me ha sucedido más de una vez durante períodos largos de dolor permanente (empujes) de perder la propia percepción de los  niveles de dolor. Eso sucede porque estoy tan concentrada en soportarlo, en que no se me note cuando no estoy sola porque molesto a los demás**, que me parece estar bien aunque el cuerpo diga a gritos lo contrario. Ayer, por ejemplo, me dolía el tobillo y sentía una leve molestia en la zona lumbar, como un cosquilleo cansado. Pero notaba que toda persona que entraba en contacto conmigo daba por supuesto que estaba con mucho dolor, lo que yo no sentí como verdadero hasta que el doctor comenzó a colocar las agujas. 
      Siempre creí que la aplicación de acupuntura era indolora simplemente porque creía que se aplicaba en la capa superficial de la piel y nunca escuché que nadie se quejara de ello. Mi primera sesión había resultado dolorosa sólo en la región que corresponde a la zona lumbar y el nervio ciático de la pierna izquierda (en torno a la oreja que queda del mismo lado de la pierna), en las demás regiones (entrecejo y zona superior del rostro donde se inicia el borde del cabello) sólo había sentido una pequeña molestia en la inserción de las agujas.  Pero esta vez sería muy diferente.
      Las agujas que insertó en la parte superior de mi cabeza enviaron dolorosas descargas eléctricas que recorrieron mitad de mi cráneo en dirección a mi nuca,  la del entrecejo me dejó un sudor frío al borde del desmayo. Agregó agujas rodeando también mi oreja derecha y, cuando terminó,  yo me sentía petrificada por el esfuerzo que hacía para contener el dolor. El doctor me preguntó si estaba bien y dijo unas palabras de ánimo sobre otro procedimiento de acupuntura que agregaría al que ya me aplicaba si el dolor no menguada para la siguiente sesión. 
      El tiempo de espera con las agujas puestas es de media hora. Cuando el doctor me dejó sola en el consultorio, las lágrimas  se me comenzaron a caer sin que pudiera controlarlas. El dolor que ya traía más el provocado por las agujas había sido demasiado para mi pobre cuerpo con el sistema nervioso saturado por el sufrimiento prolongado. 
      Cuando me retiré de la clínica, el tobillo derecho ya no me dolía pero necesitaba acostarme a descansar y medicarme. Un fuerte empuje de dolor se estaba estableciendo para quedarse unas cuantas horas. Lo que también descubrí en estos días es que el alivio no es inmediato a la sesión de acupuntura como creía. 
      


* Cráneoacupuntura. Técnica especial que consiste en la punción de determinados puntos o zonas del cuero cabelludo.

** Sí,  el dolor ajeno molesta a las personas sanas por distintas razones. Pero eso es tema para otra charla. 

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